
Siénteme, mírame, pruébame, que no ves que ardo por ti, el calor aumenta, ya no cabe mas en mi oscuro pensamiento, quiero poseerte, sentirme en ti, sentir el palpitar ardiente de tu ser en mi manos, ese calor sofocante que no hace respirar con dificultad, ese olor a carne que nos invita a pecar, a cometer aquellas locuras con las que hemos soñado infinidad de veces, ahora vueltas realidad. Estoy harto de morder mis labios de deseos por ti, de solo imaginar tu cuerpo desnudo ante mí y estirar mi mano y verte desvanecer como humo en el aire, harto de contenerme, ¿sabes? Duele. Ahora que te tengo enfrente no quiero ni pensar, me dejaré por el instinto guiar, como una fiera sobre su presa: te cazaré y me dejare cazar, te tomaré en mis brazos con aquella fuerza que jamás he mostrado y que tú has desatado. Fuera prejuicios, fuera pudor, fuera posturas, tomémonos sin control, como locos desesperados, hambrientos de amor, sexo y pasión; acariciémonos frenéticamente, nadie si nos viera, sabrá donde acabas ni donde empiezo. Fundámonos en un solo y ardiente cuerpo. Nuestros ojos, desorbitados de placer, nuestras manos con vida propia, nuestros sexos rozando con sublime lujuria, deseosos de explotar, pero espera, esto apenas acaba de comenzar. Mis dientes quieren morderte, mi lengua ahogarte, mis labios acariciarte, robar tu aliento, sentir que nos falta el aire, recorrer tu espalda con mi boca, probar tu sudor, saciarme y llenarme de el, como el vampiro de la sangre. Posarme mi rostro sobre tu cuello, mordisquear los lóbulos de tus orejas, delinear con mi lengua su contorno, erizar de placer los vellos de tu nuca, bajar por tus hombros previamente acariciados por mis manos. ¡No puedo creerlo, pensé que solo lo había soñado!
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